Éxito ¿Qué es el éxito?

Cuando era una estudiante de piano y el mundo de los conciertos me fascinó, asocié el éxito a muchas cosas antes de vincularlo a lo que ahora creo que es el verdadero éxito para mí.
Primero el éxito fueron las calificaciones. Sacar buenas notas en los exámenes era un reconocimiento que esperaba. En mi examen final de carrera en Barcelona (Me examiné por libre en el Conservatorio del Liceo) me preparé un repertorio de gran dificultad, con el estudio Op. 25 n. 11 de Chopin, la sonata los Adioses de Beethoven o el concierto de Rachmaninov n. 2, entre otras obras más.
Me quedé muy satisfecha con mi interpretación y mis esfuerzos y mucha gente del público me felicitó, dando por hecho que tendría un excelente. Pero el excelente que buscaba se convirtió en notable y me vino una enorme frustración. Más tarde me enteré que dentro del tribunal había uno de los profesores que tenía antiguos rencores con mi profesor de piano en aquella época. ¿Sería esa la causa de mi notable? ¿O realmente no me merecía ese excelente que yo daba por sentado? Me di cuenta de que ver el éxito en una nota de examen era algo vulnerable y no dependía solamente de mis esfuerzos durante meses, así que relativicé esa nota y busqué el éxito en otro lugar.
Y así vinieron los concursos. Si ganaba un concurso, tendría una gran satisfacción y éxito asegurado. Me preparé en algunos y fui ganando algún segundo o tercer premio, hasta que gané un primer premio en Barcelona, en el concurso Arjau, abierto a todos los instrumentistas. Fue una experiencia muy bonita, ya que el jurado votó a mi favor por unanimidad y justamente en la final toqué una pieza con pocos “fuegos artificiales” y mucha sensibilidad: la maja y el ruiseñor de Enrique Granados. Qué bonito ganar así. Me entregaron ese papel de primer premio y me fui a casa.
Estaba muy contenta, pero realmente la satisfacción me duró un día. Estaba contenta con el reconocimiento, también con la experiencia y la motivación que fue aquel concurso para prepararme a mi máximo nivel. Sé que los concursos son una buena plataforma de proyección profesional, pero personalmente, cada vez que participaba en alguno de ellos, sentía que ese lugar no era para mí. Estudiar para obtener buenas puntuaciones por parte del jurado hacía que dejase de buscar y formar mi personalidad musical, así que no tardé mucho en darme cuenta de que ahí, en los concursos, tampoco iba a encontrar el éxito que buscaba.
El contraste de los concursos, tocando para jurado en salas vacías, lo traían los conciertos. Esa atmósfera con menos análisis y más emoción era más real y afín a la música, creada para expresar y compartir. Tener un público que asiste al concierto, con ganas de escuchar, siempre me ha contagiado en el momento de tocar, dando lo mejor de mí y tocando casi siempre mejor que en casa.
Y acaba el concierto y escucho las impresiones de la gente que me ha escuchado. Me doy cuenta de que han recibido un mensaje, una historia a través de la música. Se han emocionado, lo han vivido, lo veo en sus ojos brillantes… eso sí que es éxito para mí.
Formo parte de este ecosistema musical y yo, como canal de expresión, siento entonces que he cumplido mi misión.
Y cuando aún hay gente que recuerda un concierto mío de hace 15 años y se emociona, eso también es éxito. Porque no sólo disfrutaron ese día, sino que se llevaron algo más que música de aquel concierto. También a mí me ha pasado asistiendo de público en otros conciertos! y es maravilloso.
Transmitir, inspirar, romper, deleitar… y mil posibilidades más. Eso es éxito para mí. Ya sea en una sala de conciertos sencilla o en el Carnegie Hall de Nueva York, pero que llegue el mensaje y transforme, que para eso está el arte, para despertarnos y hacernos sentir vivos, humanos.
Así que.. ahí se quedó el éxito. En mi satisfacción personal de lo que soy y quiero ser para mí y para los demás. De lo que quiero dar en esta vida y en donde está mi sitio. Y para seguir cultivando ese éxito sigo aprendiendo, escuchando, respetando al máximo la música… pero lo que está claro es que dentro de esa palabra no caben ni las calificaciones ni las competiciones, por muy necesarias que puedan ser en algún momento.
Ya lo dijo el gran Rubinstein. Él no se consideraba el mejor, ya que el arte no lo consideraba como una competición. ¿Podrías comparar un Miró con un Picasso? son únicos, incomparables. Como cada uno de nosotros.
¿Dónde está el éxito para ti?