Día internacional del docente

Hoy, día Internacional del Docente, confieso que fui una mala alumna. Fue una época entre los 11 y los 14 años. Mi madre ya no podía darme clases con el nivel que necesitaba y buscó varios profesores cerca de casa.
Aquellos profesores me hacían repetir los pasajes difíciles 20 veces (¡o 40!) sin demasiada explicación, hacían hincapié en todo lo que me faltaba por hacer y poca atención a aquello que había hecho bien. Mi motivación cayó en picado, según ellos era una vaga y más de uno me dijo que no llegaría muy lejos como pianista.
En realidad yo seguía tocando en casa igual, pero no las piezas de aquellas clases de piano, sino un repertorio libre que sacaba del montón de partituras que tenía mi madre en casa.
A los 15 años conocí a mi querido maestro venezolano Rafael de Castro, el que verdaderamente volvió a encender mi pasión por el piano y me hizo ver, como todos los profesores que tendría después, que la buena pedagogía en cualquier terreno es un regalo para siempre en tu vida.
Desde entonces, en mi camino con el piano, siempre aprendo las cosas dos veces. La primera para tocar y la segunda para enseñar.
He dado clases en España y en China, colectivas, a niños, a futuros profesionales, a profesionales, a profesores y alguna vez a amigos. No decidiría qué tipo de clase me gusta más. Al final, todos ellos aprenden y yo también.
Gracias, gracias, gracias. ¡Feliz día del docente!